Antonio Ceja
La evolución que ha tenido la expropiación petrolera de 1938 ha dejado más decepciones que éxitos.
A 85 años de este movimiento que, en su momento fue un parteaguas de comunión entre la sociedad y el gobierno mexicano, no ha podido, en ese lapso, entregar lo que se imaginó en su momento Lázaro Cárdenas cuando decide nacionalizar el petróleo que se encontraba, en aquel entonces, explotado y comercializado por empresas norteamericanas y europeas.
La nacionalización no fue gratuita porque un decreto de esta naturaleza tiene la obligación del Estado de pagar a los afectados los dividendos que por ley le corresponden porque la explotación del petróleo por parte de empresas extranjeras les fue entregada legalmente desde 1862 cuando se descubre y explota el primer pozo petrolero en el Estado de Tabasco. Al no cumplir las empresas el laudo de pagar mejores salarios y prestaciones a sus obreros –todos mexicanos- Cárdenas decide emprender su expropiación que no solo incluía la explotación de crudo sino toda su infraestructura valorada, según los afectados, en 450 millones de dólares.
Luego de 85 años de aquella emotiva iniciativa expropiatoria, PEMEX, ahora de los mexicanos, es la única empresa petrolera del mundo que presenta números rojos cada año; en 2021, el gobierno federal tuvo que inyectarle más de 6400 millones de dólares que tuvo que sacar de algún lado para seguir sosteniendo a la petrolera mexicana. Esta crisis derivó de la ignorancia e incapacidad de los mexicanos por operar la exploración, extracción y refinación del petróleo ya que los concesionarios extranjeros sacaron del país a sus técnicos y operadores dejando al gobierno mexicano el paquete de operar el proceso petrolero.
El panorama de PEMEX es desolador; no produce los combustibles suficientes y tiene que importar el 75 por ciento de las gasolinas; las subsidia creando una burbuja inflacionaria que, de estallar, pondría en perspectiva real los precios de las gasolinas que, por cierto, ya rozan los 25 pesos por litro. Otro aspecto negativo de cómo se maneja actualmente PEMEX, es la creencia de que en el subsuelo nacional existe petróleo “ligero” -ideal para refinar y producir gasolinas- cuando en realidad lo que tenemos bajo nuestros pies es un petróleo “pesado” cuya refinación deja más residuos contaminantes –como el combustóleo- que gasolinas de calidad. Sume a lo anterior, los atracos de todos los gobiernos –incluso el actual- en el manejo de las finanzas de PEMEX que hoy lo mantiene como una carga para la nación.
Mañana sábado 18 de marzo, el presidente López Obrador ha organizado una concentración en el zócalo de la Ciudad de México para presentar un show mediático, inútil y falso donde arengará lo que siempre ha dicho en los últimos cinco años:
- “Ya somos autosuficientes en materia energética”.
- “El petróleo es nuestro”.
- “Seguimos el ejemplo de autodeterminación de Cárdenas”.
Solo un ignorante como López Obrador y el agrónomo que despacha como director de PEMEX no son capaces de reconocer que la petrolera mexicana se encuentra en una situación económica insostenible desde hace mucho tiempo y por eso, la reforma energética en el sexenio de Peña Nieto buscaba hacer de PEMEX una paraestatal rectora del petróleo y no operadora haciendo concesiones a petroleras del mundo bajo el estricto control del Estado mexicano ante la incapacidad estatal de hacerlo, es decir, que las empresas extranjeras se encargaran de la exploración, refinación e infraestructura para ello además de la distribución y comercialización de gasolinas ya que, por si no lo sabía usted, los precios de los combustibles se rigen en función de la cotización internacional del barril del petróleo y no de un decreto presidencial a los que nos tiene acostumbrados López Obrador.
Mañana, lo que sucederá en el zócalo de la capital del país, será un ejemplo de propaganda comparable con las concentraciones organizadas para rendirle pleitesía a Adolf Hitler que solo buscaban consolidar la fortaleza del líder nazi ante los ojos del pueblo alemán. Obrador se alimenta del ego, de las multitudes –aunque sean falsas- que van a verlo y a escucharlo alegando un acto nacionalista como la expropiación petrolera pese a la quiebra técnica de PEMEX, solo confirma la desesperación de López ante la caída estrepitosa de su credibilidad y su capacidad para gobernar al país.
El costo estimado de la concentración, donde los acarreados serán pieza clave para alabar al presidente, asciende a más de 1500 millones de pesos solo en pagos de renta de camiones sin contar los millones de pesos por concepto de pago a los ingenuos asistentes al evento, así como los alimentos y bebidas correspondientes.
Un gasto inmoral en un gobierno que pregona la austeridad.