Antonio Ceja
Desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, los cuestionamientos de sus adversarios fincan su carrera política en la duda de cómo pudo, el tabasqueño, llegar a ocupar la responsabilidad del poder Ejecutivo Federal, la cual duró poco más de doce años -y que sigue contando- teniendo en su bolsa, solo 200 pesos. Es incongruente e irreal, que López, no solo tenga una propiedad de 13000 metros cuadrados y que en la actualidad tiene un valor de 25 millones de pesos sino los medios para llevar a cabo tres campañas presidenciales.
La duda, asalta a la razón y hoy, la realidad está alcanzando al macuspano y a su séquito incondicional a niveles que el presidente mexicano jamás pensó que llegaría.
La estrategia de “abrazos, no balazos” ha resultado, en principio, incongruente ante la brutalidad de acción de los diferentes cárteles que se reparten las diferentes zonas del país. Sume, a lo anterior, la preferencia del presidente hacia el cártel de Sinaloa; agregue la inacción de las fuerzas armadas ante la presencia en miles de pueblos y ciudades del crimen organizado que hacen de las suyas arrasando comunidades enteras matando a diestra y siniestra con la aparente complicidad del gobierno federal.
No se puede tapar el sol con un dedo.
La inacción del gobierno que encabeza Obrador está alcanzando niveles globales que lo ponen en la mira como un facilitador de los cárteles para actuar con impunidad en todo el territorio mexicano. El asesinato de dos ciudadanos norteamericanos de cuatro que fueron secuestrados en Tamaulipas por parte del crimen organizado de aquel Estado, fueron la gota que colmó la paciencia del gobierno estadounidense y hoy, los congresistas de estadounidenses están considerando firmemente declarar entes terroristas a los 9 cárteles que tiene copado el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
El fiscal general de EEUU, Merrick Garland, advirtió que su país, no se opondría a calificar de terroristas a los cárteles responsables de enviar drogar y el peligroso fentanilo a suelo norteamericano. Luego de ello, los congresistas agrupados en la Comisión de Asuntos Exteriores están presionando al presidente Joe Biden para tomar medidas más drásticas no solo para combatir el tráfico de drogas hacia su país sino para considerarlos entes capaces de desestabilizar naciones enteras ante la incapacidad –de complicidad o no- de, en este caso, el gobierno que encabeza López Obrador.
Injerencia
Para López, las noticias al respecto le están causando pasar un trago amargo. Llamó a los congresistas “injerencistas” pero no ha movido un dedo para contrarrestar la ola de violencia cotidiana que dejan los cárteles en todo el país. La cercanía de México con EEUU, comparado con Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua –todas dictaduras- están haciendo la diferencia para declarar terroristas a los cárteles mexicanos, último bastión de la ruta de la droga hacia Estados Unidos, principal preocupación de los norteamericanos.
Como dictadura naciente, el gobierno de López, populista declarado, necesita de dinero –y mucho- para lograr comprar conciencias apelando a errores del pasado que, lejos de superar, los acentúa para justificar las decenas de yerros –todos perfectamente planeados- y mantener una peligrosa popularidad basada en mentiras que son fácilmente compradas. La solución, es, según López, repartir dinero a diestra y siniestra para “atacar el problema de fondo” bajo la perspectiva de que $40 diarios bastan para alejar a los ciudadanos de la tentación de participar en actividades ilícitas como las que promueve la narco cultura.
Es evidente que López necesita a los cárteles de su lado, especialmente al de Sinaloa, para alcanzar los objetivos que el país, quebrado a propósito, necesita para asentar que “el pueblo” lo apoya y sus recursos (del crimen organizado), producto de la facilitación de operación de su gobierno, lleguen a sus seguidores puntualmente cada mes. No es casual que el ejército controle el espacio aéreo, las aduanas, un aeropuerto y las carreteras; ello, facilita, en función de la dizque estrategia de seguridad federal, el trasiego de droga, huachicol y trata de personas de los amigos del presidente.
Hoy, López no entiende la gravedad de sus actos y los minimiza aduciendo “injerencia” de un país extranjero la cual, de concretarse la declaratoria de “entes terroristas” por parte de EEUU, el macuspano se derrumbará ante lo inevitable: que es protector del crimen organizado mexicano y socio de los cárteles del sur y centro del continente americano que conforman el eje del mal auspiciado por gobiernos ditatoriales.