Antonio Ceja
Cualquier presidente que encabeza a un país soberano, rechazaría cualquier intervención social o militar en su territorio unilateral en aras de desterrar gobiernos autoritarios a menos que la ONU decida, en su consejo, que dicha intervención se realice para detener crímenes de lesa humanidad o afectaciones globales que pongan en riesgo la paz mundial o regional.
Esta semana, López Obrador tiró a la basura, por un parte, la ayuda que el gobierno de Estados Unidos le está ofreciendo para que, en conjunto, se realicen acciones de inteligencia para contrarrestar los efectos nocivos de los cárteles de la droga que operan a lo largo y ancho del territorio mexicano y por otra, envía una iniciativa al Poder Legislativo para proteger a los extranjeros que viven en el país cuando éstos participen en asuntos políticos que solo atañe a los mexicanos.
¿Ayuda o intervención?
Es sabido que al presidente mexicano no se le da la diplomacia y su ignorancia no le permite entender la diferencia entre el ofrecimiento de ayuda y una intervención de otro país. Su verborrea radical revolucionaria cataloga cualquier ayuda como un acto de provocación e intervencionismo en todos los ámbitos globales alejándose de una realidad que está causando estragos muy delicados entre la sociedad mexicana. Debemos entender, primero, que López se encuentra, aunque lo niegue todos los días, como un socio activo de los intereses de los cárteles nacionales e internacionales porque nada ha hecho para atacar, con seriedad, las actividades del crimen organizado; su estrategia de “abrazos, no balazos” es la aprobación federal para permitir que los cárteles hagan de las suyas no de forma gratuita sino por una presunta asociación de unidad que, en su momento, López pedirá se le regrese el favor de no combatirlos. La negativa del macuspano de aceptar la ayuda de inteligencia de Estados Unidos, resultó ofensivo, para él, y, claro, arremetió contra el gobierno de su vecino llamándolo “injerencista”.
Gringos no, revolucionarios sí.
Como lo escribí al inicio, Obrador envió una iniciativa al Poder Legislativo para modificar el párrafo tercero del Artículo 33 constitucional donde, en resumen, omite toda medida de expulsión de territorio nacional a aquellos extranjeros que participen en asuntos internos del país. Esta ocurrencia, es dar luz verde al proceso del plan de participación activa de extranjeros no solo para opinar en asuntos de interés nacional, sino que les autoriza a incrustarse en las filas del gobierno como funcionarios con la única finalidad de promover la doctrina chavista y acelerar el proceso hitleriano soñado: todo el poder en un solo hombre.
Es conocido que López y para desgracia de la soberanía nacional, que ya existen agentes cubanos, venezolanos, bolivianos, vascos y nicaragüenses ya operan en territorio nacional disfrazados de asesores, médicos, profesores y otros cargos con la única finalidad de apoyar al régimen morenista para establecer un Estado omnipotente tal como ocurre ya en Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Resulta muy grave y delicado que López promueva una reforma al 33 constitucional, pero rechaza la ayuda norteamericana para asesorar las fuerzas policiales para combatir el principal promotor de violencia como es el crimen organizado.
Esta inercia es comparada por gobiernos totalitarios como los arriba citados donde todos los días se machaca por parte de sus líderes, que el enemigo a vencer en Estados Unidos achacándole todos los problemas de sus naciones a la injerencia de “los yanquis”. Autoaislarse del mundo argumentando una radical soberanía solo genera pobreza interna, aumento de violencia y la violación de Derechos Humanos alejándolos del progreso y la libertad.