Las mujeres de México se quieren vivas. Cientos de miles de personas salieron a las calles este miércoles para gritar contra la violencia machista, la discriminación de género y las leyes que les prohíben para decidir sobre sus cuerpos en el Día Internacional de la Mujer. En un país donde hay 11 asesinadas cada día y las brechas salariales se agravaron durante la pandemia, las colectivas han marchado como cada 8 de marzo, año tras año, con la convicción de que los derechos no se piden, se arrebatan. Cada grito de “la Policía no me cuida, me cuidan mis amigas” y “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente” retumba en las vallas de una clase política desbordada por la lucha del movimiento feminista y que no ha sabido incorporar ni abanderar sus demandas.
Las mujeres mexicanas abarrotaron el zócalo de Ciudad de México, se plantaron frente al Palacio de Gobierno de Monterrey, se concentraron alrededor de la antimonumenta en Guadalajara y saltaron y cantaron en el bulevar 5 de mayo en Puebla. “Vine a marchar porque desde los 12 años fui acosada”, explica Hazel Anzola, una chica de 17 años. A su lado, Marina Luna, su madre, carga una pancarta que dice: “Estoy aquí para que mi hija no tenga miedo”. “Mis primas, mis amigas, mi abuela… todo mi círculo personal ha sufrido lo mismo que yo y ya no nos podemos quedar calladas”, afirma. Es su primera marcha. Le conmovió ver a niñas tan pequeñas gritar contra las violencias que han sufrido. Justo detrás de ella, pasa una mujer que carga un letrero: “Hoy grito por la niña que no pudo hacerlo mientras la violaban”.
Lizzet Martínez, de 23 años, también salió a manifestarse por primera vez. “Marchar para mí es no sentirme sola”, cuenta. “Sufrí acoso todo el año pasado y cuando denuncié, no me creyeron y me revictimizaron”, agrega. El 45% de las mexicanas asegura haber sufrido algún tipo de agresión sexual en su vida, según una encuesta de Enkoll para EL PAÍS publicada esta semana. Frente a la Glorieta de los Desaparecidos, un contingente canta Canción sin miedo, el himno feminista contra la violencia machista en México. “Cuando tenía 18 años, sufrí un intento de secuestro”, dice Isabel Guadarrama, de 30 años. “No creo que hayan cambiado mucho las cosas, hoy se habla más de esto, pero nos seguimos sintiendo inseguras”, sentencia su amiga Indra Palacios, de 28 años.
Andrés Manuel López Obrador encabezó un acto privado en el Palacio Nacional a propósito del 8M. “Ya alcanzamos que sea una realidad el feminismo”, dijo ante el aplauso de mandatarias, funcionarias y militantes de Morena. La relación del presidente con el feminismo no ha sido sencilla. Hace dos años aseguró que era “una expresión del extranjero”, además de calificarlo de “conservador” y de acusar a la agenda del movimiento de estar al servicio de una campaña en su contra. Todo esta polémica se desató en medio de críticas por salir en defensa de Félix Salgado Macedonio, un candidato de su partido señalado de abuso sexual por cinco mujeres.
También ha comentado varias veces que se siente más cómodo con el “humanismo” y que el país enfrenta problemas y crisis más urgentes. Este año, con menos tensión de fondo, optó por dar prácticamente por descontadas las demandas feministas. “Yo pienso que esa consigna de que ‘la Cuarta Transformación debe ser feminista o no será’, ya se quedó atrás, porque la cuarta transformación es feminista”, agregó. El mandatario insistió en que el tema de la igualdad ya está resuelto y lo que toca es consolidar su proyecto político.
“El Gobierno no nos escucha ni nos defiende”, revira Alejandra López, de 24 años. Basta con leer los grafitis en Paseo de la Reforma, la avenida más emblemática de la capital, o con leer las pancartas o con escuchar las consignas de la marea verde y morada para entender que la inmensa mayoría de las mujeres que salieron a marchar este 8M no están de acuerdo con el diagnóstico del presidente. Los mensajes son cortos y directos. “Aborto legal y seguro”. “La maternidad será planeada o no será”. “¿Por qué algo tan simple como volver segura a casa es un privilegio?”. “¿Por qué te asustas por las que luchan y no por las que mueren?”. “Estas morras sí me representan”.
Aunque se han visto menos blindajes que en años anteriores, la marcha en la capital no estuvo exenta de tensión. Algunas calles de la almendra central se saturaron y había un espacio estrecho entre el cerco policial y el flujo de manifestantes. Varias mujeres que acudieron al zócalo denunciaron que la Policía arrojó gases. La Secretaria local de Seguridad sostuvo que las agentes desplegadas no tenían gases lacrimógenos y que solo utilizaron equipo de protección y extintores. Hubo varios intentos de derribar el cerco metálico alrededor del Palacio Nacional y altercados que impidieron que las asistentes pudieran moverse y retirarse con facilidad de la plancha central.
Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de Ciudad de México, estuvo en el centro de la polémica el pasado fin de semana al llamar “racistas y clasistas” a las mujeres que no aceptan la escultura de La joven de Amajac, en la glorieta de Colón de Reforma, rebautizada por el movimiento como la Glorieta de Las Mujeres que Luchan. La rotonda, donde las autoridades quieren instalar el monumento, es un punto de reunión para marchas, espacio cultural y sitio de protesta para las familias de mujeres asesinadas, luchadoras sociales y activistas. Y es la sede de una antimonumenta de una mujer con el puño en alto y atravesada por la palabra “Justicia”. Sheinbaum matizó después, dijo que la crítica no iba dirigida a ellas y se comprometió a dialogar para llegar a una solución que considere a todas las partes.
Tampoco la oposición ha logrado descifrar las demandas feministas, un movimiento horizontal y amplio que a veces escapa del juego de la política tradicional. El Partido Acción Nacional (PAN), la principal fuerza opositora, ha intentado hacer suyo el reclamo contra los feminicidios, como parte de sus críticas a la política de seguridad del Gobierno de López Obrador. Pero el PAN es una formación de derechas que batalla contra agendas como la legalización del aborto o los derechos de las minorías sexuales y de género.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) también ha intentado capitalizar el descontento, pero el resultado tiene una sombra acartonada y poco creíble. “Las y los priistas reafirmamos nuestro compromiso de seguir impulsando acciones para garantizar a las mexicanas el pleno acceso a sus derechos, para que vivan seguras y puedan desarrollarse libremente”, se lee en una publicación de sus redes sociales. “Queremos invitarlas a defender su derecho a la alegría para tener un México con paz y seguridad, en el que vivamos tranquilas”, expuso Movimiento Ciudadano, para mezclar su último eslogan con las consignas de género. “Ningún partido ha sabido representarnos, jamás han tomado medidas”, resume López.
Guadalupe Hernández, de 64 años, es una muestra de que el mensaje ha permeado y que va por líneas completamente distintas. “Yo tengo hijas y yo quiero que en un futuro ellas vivan en un país libre, donde no haya violencia, donde las mujeres tengamos los mismos derechos y los mismos sueldos”, afirma. Lo aprendió de sus hijas y esta es su cuarta marcha. “Lo hago por ellas, por mi nieta y por todas”.