En el vertiginoso escenario político de México, las alianzas entre partidos parecen ser más una estrategia de conveniencia que un compromiso ideológico genuino. El reciente episodio protagonizado por el candidato a la alcaldía de Los Cabos, Ernesto Ibarra Montoya, expone de manera cruda esta realidad.
El señalamiento de “cínico” e “hipócrita” hacia Ibarra Montoya no es infundado. Recordar sus acusaciones pasadas hacia quien ahora es su aliado político revela una falta de coherencia y ética en el ámbito público.
El caso se complica aún más al involucrar a otros actores políticos, como Rigoberto Mares Aguilar, hoy candidato a la alcaldía de La Paz y Arturo de la Rosa Coordinador de campaña de Ernesto Ibarra. Las acusaciones de manipulación y abusos vertidas en el pasado, contrastan con la actual alianza política entre quienes en su momento se denunciaban mutuamente.
Esta situación deja al descubierto la fragilidad de las convicciones políticas y la prevalencia de los intereses personales sobre el bienestar colectivo. Mientras los ciudadanos observan con escepticismo estos movimientos, queda claro que el cinismo y la hipocresía se erigen como emblemas de una clase política más preocupada por el poder que por el servicio público.